Daniel Argimon (1929) comenzó a pintar en 1955, pero sólo tres años más tarde alcanzó, dentro de la no figuración, una técnica e imagen personal. En 1958 produce una eliminación del color y simplifica la composición, con el deseo, según su propia manifestación, de “lograr una pintura tan gris como la existencia”.
CIRLOT, Juan-Eduardo: “Arte nuevo en Barcelona; Bosch, Lluciá, Argimon”. Índice de Artes y Letras, Madrid, marzo 1961.

Argimon es el primero en España que ha dado a las fotografías de deshecho, rotas, la calidad estética del collage.
CIRLOT, Juan-Eduardo: “Argimon”. Catálogo Miami Museum of Modern Art, Miami, octubre 1964.

La pintura más reciente de Argimon, en la que la forma y el objeto natural se incorporan, de modo decidido y profundamente representativo, al espacialismo informal del cuadro, magistralmente elaborado, es una pintura de auténtico contenido mental y de decidida significación.
RODRÍGUEZ AGUILERA, Cesáreo: “Daniel Argimon”. Publicaciones Españolas, Cuadernos de Arte. Colección ordinaria Ciclo de Arte Español, Ateneo de Oviedo, 1964.

No cabe decir, por tanto, que sea Argimon un autor de pintura-testimonio, o un pintor acusatorio… Tampoco es un creador de pura belleza y de querida neutralidad. La integración de los elementos neodadaístas o pop se hace de una manera simple y sin compromiso previo. […] Todo cabe en esta obra de auténtico artista.
AREÁN, Carlos Antonio: “Argimon en su cuarto giro”. Galería Belarte, Barcelona, 1965.

Su obra es un combate de la humanidad y su combate.
PUIG, Arnau: “Metafísica y sociedad en torno a una obra de arte que lleva el marchamo Argimon”. Catálogo Argimon, Círculo de la Amistad, Córdoba, enero 1968.

Daniel Argimon se fue a América con su tenebrismo, con su pintura cargada de poder oculto, parquedad de medios y lobreguez. Al volver nos tuvo en vilo y trabajó intensamente a puerta cerrada. Hoy, el Instituto Francés nos pone en contacto con lo que podríamos llamar el nuevo Argimon. No un Argimon que haya transmutado totalmente, que reniegue del pasado, sino con uno que ha sido beneficiado por una proporcionada “oxigenación” de las nuevas escuelas mundiales y que ha sabido asimilar para su lenguaje todo un repertorio de posibilidades expresivas hasta hoy inéditas en él. Lo tétrico, opaco, confuso y casi lóbrego ha pasado a ser color puro, en todas sus posibilidades.
GIRALT-MIRACLE, Daniel: “Argimon”. Destino, Barcelona, 22 de marzo de 1969.

Se pueden vivir muchas vidas, o se puede dar la vuelta al día en ochenta mundos. Por eso, según el trip en que está, Argimon hace películas, imprime libros, organiza un happening o pinta.
RACIONERO, Luis: “Argimon”. Catálogo Panorama de la Plàstica Catalana, Galería Adrià, Barcelona, junio 1971.

Un denso simbolismo marca la obra de este artista de origen español. Este simbolismo tiene que reflejar la sociedad actual, sus contradicciones, luchas, la opresión del hombre, la explotación, la represión. Confrontado con los problemas de nuestra vida, este carácter social es expresado con vehemencia por diversas formas plásticas, repetidas en vivos colores: sucesión de siluetas verdes y rojas, de discos blancos y negros, de nubes blancas, una bota que aplasta una forma humana, un puño negro ahogando un cuerpo joven, fusiles, puños alzados, ¡la revuelta!
ADAM, Henri: “Argimon”. Les Lettres Françaises, París, abril 1972.

La pasión, de la que otros han hablado al referirse a la pintura de Argimon, está presente en todos los cuadros que da a conocer al público mexicano. Al contemplar sus cuadros es fácil caer en la tentación de nombrar todo lo que hay en ellos y decir que Argimon es un artista con preocupaciones sociales. Pero esto sería revelar solo una parte de su universo pictórico. Argimon esta vez ha hecho a un lado el papel de periódico, las persianas, los encajes, y solo ha recurrido a la tela, al color, a la esencia de las figuras, sobre todo la humana, para conducirnos por un mundo espiritual, dolorido, mágico, expectante, avasallado por enormes botas que acaban con la vida y con los sueños. La única respuesta es un grito, que se repite en algunos cuadros y que es al mismo tiempo que la desesperación, la búsqueda de una solidaridad, porque nadie está a salvo de la ira de los verdugos. Mientras eso ocurre, el pintor no se olvida de los soles, soles que son como un solitario ojo que mira, lejano y presente a la vez, el drama que bajo él se desarrolla; en los cuadros hay senos y muslos, que se presentan como una expresión de júbilo, de amor a la vida.
FLORES, M. A.: México, 1972.

Argimon es hombre, artista inquieto atosigado por continuo afán de ansiosas búsquedas; espíritu franco, sincero e inconforme, caracteriza su producción absoluto dominio de colores primarios aplicados llanamente; porque pese propia rebeldía, late siempre fondo sus obras emocionado sentido lírico, carácter bondadoso, abierto, nunca desprendido de fina mordacidad, vibrantes acentos críticos…
VALLÉS, Josep: “Argimon”. Tele-Exprés, 16 de marzo de 1973.

La pintura de Argimon no es una sucesión inconexa de cuadros diferentes, sino una continuidad de muchos aspectos parciales de una totalidad adolorida, viva y palpitante.
CASTELLET, Josep Maria: “Argimon”. Catálogo Atrium Artis, Ginebra, junio 1974.

De gran interés resultan estas exposiciones [galería Seny y galería Joan Mas, 1976] ya que permiten seguir paso a paso la evolución de este pintor y comprobar que, pese a las diferencias reales entre la primera y la última época, su evolución no ha sido producto de una moda o de un cambio accidental, sino muy al contrario, producto de una elaboración de marcado carácter analítico-situacional-vivencial de una situación dada, de una realidad próxima; elaboración que le ha llevado a una renovación total en su modo de expresar los problemas y situaciones que a él, como persona, le preocupan.
JULIÁN, Inma: “Daniel Argimon o la búsqueda constante de nuevos medios de comunicación”. Gazeta del Arte, Madrid, 13 de junio de 1976.

En la década de los sesenta, avanza hacia un reencuentro neofigurativo abandonando las técnicas empleadas hasta el momento y constriñendo la composición a un orden y la figura a una técnica geometrizante. A partir de esta época, la personalidad de Daniel Argimon ya es tan fuerte, tan irreductible, que asimila todas las influencias en un idioma único y exclusivamente suyo.
MOURE, Glòria: “Argimon”. Catálogo Editart, Ginebra, diciembre 1977.

En el caso de Argimon asistimos a una recuperación de su etapa informalista que me parece muy importante. […] Se trata de ciertos materiales o, mejor, del tratamiento que estos materiales reciben. La acción del fuego concretamente, que a comienzos de los años sesenta consumía a medias los papeles que veíamos pegados a los lienzos. En estos momentos, esa técnica está integrada en un lenguaje más amplio y más rico. Por lo pronto nos hallamos ante un realismo: no una figuración. Argimon aprovecha objetos existentes, que manipula y transforma. Estos objetos pueden ser muy distintos, pero todo lo unifica el fuego, que no lo consume, sino que lo transfigura.
CORREDOR MATHEOS, José: “Argimon: la prueba del fuego”. Galería Joan de Serrallonga, Barcelona, octubre 1978.

Su dominio sobre el fuego es total, sabe dirigirlo tal y como desea para lograr configuraciones perfectas y precisas.
IBARZ, Joaquim: “El Museo de Arte Moderno de Ciudad de México presenta una importante exposición de Argimon”. La Vanguardia, Barcelona, 15 de julio de 1984.

Siempre todo es viejo y todo es nuevo en la obra de Daniel Argimon. Un recorrido por la extensa obra de este artista nos enfrenta con la sorpresa y el cambio y nos devuelve a una base inamovible. A lo largo de los años ha establecido un juego de alternancias que van desde la protesta social a las sutilezas estéticas pasando siempre por un trato moroso de la materia. Esta es la constante más radical en su obra, aquello que le da unidad y continuidad. […] Sin tantos años de trabajo directo con los materiales no sería posible encontrar estas obras que nos hacen vivir una poética peculiar, ya que no es el tema —que no lo hay— ni tan solo la referencia a este, sino la poética del propio material, del propio papel y del color, trabajados con gran dominio y suavidad.
MIRALLES, Francesc: Daniel Argimon. Catálogo Argimon, Biblioteca Maneu, Palma de Mallorca, Quadern n° 3, marzo 1987.

De forma lenta, pero gradual, Daniel Argimon ha ido recuperando su interés por las pinturas en las que el papel desempeñado por la materia posee una importancia decisiva. Durante casi tres años, entre 1985 y 1987, el artista catalán optó por emplear densas materias, constituidas por papier maché, en sus realizaciones. […] Una constante de las obras de este período es la amplia gama cromática utilizada, pues en algunas llegan a coexistir más de cincuenta colores distintos. La superposición de diferentes tonalidades de un mismo color da como resultado pinturas de indudable atractivo…
CIRLOT, Lourdes: Daniel Argimon. Editorial Àmbit, Barcelona, 1988.

La obra gráfica de Daniel Argimon, que se publica ahora por primera vez en su totalidad, complementa y amplía su obra pictórica. Ambas, pintura y obra gráfica, trabajan en un mismo plano de contenido y de estilo; parece a menudo como si Argimon tratara la plancha de cobre, la piedra litográfica como si fuera un trozo de papel, como si dedos y pinceles realizaran el mismo tipo de intervención. En ambos medios, Argimon varía entre figuración y abstracción, mantiene un equilibrio entre las diversas realidades y sus sombras.
BAUERLE, Dorothée: “Zur Graphic von Daniel Argimon”. Catálogo Franz Spiegel Buch, Ulm, 1988.

El Argimon de los años ochenta resume en cierta manera las diferentes etapas que se han ido sucediendo en su obra, bajo el denominador común de la valoración de la materia sabiamente manipulada. Una materia descubierta en los años cincuenta, densa, terrosa, agredida por el grafismo y  a veces por el efecto del fuego. Una materia oscura emparentada con la tradición catalana de la pintura negra de, por ejemplo, Nonell. Una materia que se ordenará en imágenes de la vida cotidiana en la década siguiente mediante el collage y la trepa. Una materia, en fin, que en los últimos años ha sido tratada con virtuosismo de oficio y con la que el pintor ha creado toda una poética del hecho cotidiano, del hecho humano intensamente vivido, siempre con gran economía de medios…
BORRÀS, Maria Lluïsa: “El món poètic de Daniel Argimon”. Catálogo Argimon anys 80, Museu Montsià i Caixa Tarragona, diciembre 1988-enero 1989.

La condensada retrospectiva de París muestra que hay una coherencia, una transición serena, dentro de la abstracción y del recurso a “materias otras”; pero, también, que la obra última se desmarca por una mayor claridad y transparencia.
CABALLERO, Óscar: “Daniel Argimon expone en París sus obras matéricas como testimonio de época”. La Vanguardia, Barcelona, 4 de diciembre de 1989.

La obra de Argimon, que ya ha sido expuesta en todo el mundo, destaca por no haber sucumbido nunca a las facilidades del estilo. Ninguna repetición en Argimon. Al contrario, recorriendo el tiempo, abriéndose a él, siendo abierta por él, desgarrada por él (tiempo personal y tiempo de la Historia tratados con igual pasión), la modulación de una fuerza, hecha de rabia y humor, y que se consigue gracias a una extrema proximidad a la materia.
RAILLARD, Georges: catálogo, galería Michel Broomhead, noviembre 1989.

Es uno de los artistas que más ha investigado en el lenguaje informal, con el que ha estado intensamente vinculado en algunas etapas de su trayectoria. La experimentación de técnicas, la investigación del comportamiento de los diferentes materiales, la constante innovación del vocabulario expresivo, han ejercido un papel fundamental en su creación. Pigmentos, telas y papeles, armoniosamente conjugados y ordenados, otorgan a sus pinturas una texturación sensual y cálida, bañada por un cromatismo oscuro y profundo.
OLIVER, Conxita: “L´encant d’allò tàctil. El neoinformalisme de Daniel Argimon”. Avui, Barcelona, 7 de noviembre de 1990.

El Daniel Argimon que trabaja sobre el soporte pictórico no se distingue en nada del que utiliza las planchas de cinc, de cobre o las pantallas de serigrafía, o del que entrecruza técnicas inventando nuevas calidades plásticas que pone al servicio de su fértil narrativa.
GIRALT-MIRACLE, Daniel: “El empirismo gráfico de Daniel Argimon”. Catálogo Museo Nacional de la Estampa, México, agosto-septiembre 1991.

Tal vez la gran sorpresa que propone esta ultimísima muestra de Argimon es que el pintor, que ya no pinta para ayudar a cambiar el mundo, haya encontrado la esencia misma de la radicalidad de su indignación moral ante la realidad. De ella aprovecha lo que la convierte en corrosión de sí misma, los colores son la peor piel de las cosas, lo matérico excluye la piedad de la yema de los dedos. El pintor se niega a explicar, explicarse lo que pinta ahora. Ni siquiera lo titula. Al pie de cada cuadro podría figurar el número de teléfono de cualquier barbarie. Al fin y al cabo, cada uno de estos cuadros es una estación terminal, hoy por hoy, que comunica con el origen de las primeras miradas.
VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel: “Argimon ensimismado”. Catálogo Daniel Argimon, obra reciente, Sala Luzán, Zaragoza, noviembre-diciembre 1991.

Por ello quiero señalar que hay que sumergirse en los orígenes de Daniel Argimon para comprender su trayectoria artística, que no va hacia el descubrimiento de lo nuevo, sino que sigue un largo recorrido lleno de adivinaciones plásticas para volver a lo más íntimo del ser.
CADENA, Josep Maria: “Argimon en el goce de la libertad reencontrada”. Catálogo Banco de Bilbao Vizcaya, Barcelona, 1994.

En 1994 se alcanza el punto álgido de este último periodo marcado por una factura de enorme fuerza intrínseca lograda con sobriedad y escasos medios, fruto de un perfecto equilibrio entre razonamiento, sensibilidad e intuición. Por vez primera se abre al estímulo del entorno natural; fenómenos como la lluvia, la noche, la vegetación, el mar, los caminos… inspiran y dan nombre; casi nunca, antes, había dado títulos a sus obras, a excepción de los que describen la técnica empleada en muchos cuadros de esta etapa.
MEDINA DE VARGAS, Raquel: Argimon íntim. Catálogo Museu d’art modern de Tarragona, 1998.

Daniel Argimon llegó a crear obras informalistas de una belleza inaudita, en las que las calidades texturales se convirtieron en protagonistas absolutas. En ciertas pinturas Argimon empleaba purpurinas doradas que contrastaban enérgicamente con zonas reservadas a tonalidades de distinta intensidad. Refiriéndose a ello, Juan-Eduardo Cirlot aludió en uno de sus escritos en torno al artista a la coincidentia oppositorum, gracias a la que el lujo y la miseria, la riqueza esplendorosa y la ceniza quedaban unidas de modo indisoluble en la pintura de Argimon.
CIRLOT, Lourdes: El País, 23 de noviembre de 1996.

Argimon fue un pintor vital, comprometido socialmente y solidario con la profesión, que luchó los últimos años de su vida para conseguir un estatus digno para el artista y el reconocimiento de su profesionalidad, fundando y refundando asociaciones de artistas en una lucha incansable, que todos recordaremos al frente de la FSAP (Federació Sindical d’Artistes Plàstics / Federación Sindical de Artistas Plásticos), que ha derivado en la l’Associació d’Artistes Visuals de Catalunya (Asociación de Artistas Visuales de Cataluña).
PARCERISAS, Pilar: Avui, 23 de noviembre de 1996.

Para muchos artistas, el informalismo fue un episodio breve, una concesión a la moda. Para otros, sin embargo, significó un auténtico cambio de paradigma pictórico, una revolución estética. Es el caso de Daniel Argimon, con una obra tan coherente como abierta a una experimentación carente de toda frivolidad y basada en un lenguaje muy concreto y asumido en sus valores plásticos y morales.
MITRANI, Àlex: Catálogo Inter Atrium, Barcelona, 2004.

La muerte interrumpió una existencia felizmente prolongada en sus obras, una vida sencilla pero admirable en su autenticidad y plenitud.
MEDINA DE VARGAS, Raquel: Argimon íntim, Museu d’art modern de Tarragona, 1998.